Son muchos los errores que se suelen cometer a la hora de iniciar un negocio, así como durante el trayecto empresarial. Nos detenemos en el error número uno que personalmente sigo viendo en los propietarios de pequeños negocios sobre todo. Mezclar las finanzas personales con las del negocio.
Muchos emprendedores creen que su negocio no es rentable, cuando en realidad, lo único que no es rentable es su estilo de vida, sus gastos personales excesivos o sus cargas de deuda personal. Si no somos capaces de separar estos condimentos de las cuentas del negocio, sencillamente estamos suicidando nuestra empresa, aunque nos esté dando grandes beneficios. ¿Qué graves problemas provoca este error y cómo corregirlo?.
Para comenzar, el emprendedor debe ponerse un sueldo mensual. A fin de cuentas, él es un trabajador dentro de su propia empresa. Al inicio, su sueldo debe ser obligatoriamente bajo. Los meses que los beneficios aumenten, ese incremento de beneficio o dinero sobrante se debe destinar a las reservas de capital de nuestra empresa, flujo de caja o dinero destinado a futuras inversiones.
Cuando hablábamos de los negocios refugio, que son esos negocios en los que durante una crisis siguen funcionando y cuya intención es crearnos un sueldo para salir del paso, muchos son los empresarios que consumen sus propios productos sin llevar una cuenta exacta del gasto que ellos mismos hacen en el negocio. En ocasiones, ese gasto es superior al beneficio del negocio, y por tanto, las cuentas trimestrales no cuadran.
Conocí a un empresario de productos de nutrición deportiva donde el propio emprendedor era el mejor cliente de su negocio, con la diferencia de que no pagaba por los productos. Si su salario hubiera sido de 1.500€, el consumo de productos de su propio negocio hubiera sobre-pasado con creces esa cantidad.
Para que funcione un negocio, el emprendedor debe pagar lo que consume de su propio negocio.
Este consejo para la mayoría de emprendedores hispanos es impensable. «¿Pagar en mi propia empresa?, ¿estamos locos?». Pues sí, estás loco si no lo haces.
Todo emprendedor tiene los típicos gastos; hipoteca, letras de luz, agua, seguros personales, comida, ropa, etc… y esos gastos no tienen por qué castigar tu negocio. Por tanto, nos ponemos un sueldo (1.500 ó 2.000 euros), que hoy día es un sueldo moderadamente en condiciones con el mercado. Si adquieres algún producto de tu negocio, págalo. Puedes pagarlo a precio de coste o precio de público, pero págalo. Únicamente de esta forma, al cierre de ejercicio encontraremos la rentabilidad real de nuestra empresa y podremos tomar decisiones con respecto a nuestra empresa.
(Leer: Cuánto debe crecer un negocio para que sea rentable)
Esta forma de gestionar nuestras finanzas personales (y las del negocio) evitarán que un mes en el que hemos vendido más, gastemos más en asuntos personales, obligando al emprendedor igualmente a ahorrar para emergencias o gastos personales, como cualquier trabajador por cuenta ajena.
De paso nos enseña algo que ya deberíamos saber, y es que un negocio tiene rachas buenas y rachas malas. En los meses de vacas gordas debemos aprovechar y guardar para los meses de vacas flacas.
(Leer: 7 errores que cometemos en nuestras finanzas personales)
Evitamos problemas con nuestros socios (en caso de que existan).
En muchas ocasiones, no estamos solos en el negocio. Tenemos un socio que puede ser un hermano, un familiar o un amigo. Ambos deben tener un sueldo y no disponer de más dinero los meses en que supuestamente nos lo podemos permitir, porque en realidad, no te lo puedes permitir.
(Leer: 10 consejos a la hora de elegir un socio en nuestro negocio)
En resumen: debes separar totalmente tus cuentas personales con las del negocio. Para ello, debes ponerte un sueldo fijo y no salirte de ese sueldo. El sueldo será mayor o menor en función del crecimiento que tu empresa vaya teniendo. Es la única forma de respetar nuestra empresa y al mismo tiempo obligarnos a llevar una vida financiera ordenada, ya que el primer paso para ser millonario se encuentra en no vivir como un millonario.
A este error le seguiría la incapacidad de delegar correctamente, pensando que si el dueño falta en el negocio, la empresa no funciona, seguido del que consideramos el número tres, que es la falta de ambición empresarial, donde los propietarios de pequeños negocios permanecen durante los buenos tiempos hasta que éstos terminan. La carrera empresarial de muchos emprendedores comienza y muere con la creación y cierre de su establecimiento.