Desde hace tiempo me grabé a fuego que la felicidad no es una meta en sí misma, sino una parte de nosotros mismos. La felicidad es una emoción más que sentimos, y por lo tanto, no es algo que podamos obtener, sino un lugar de la mente en el que vamos a habitar.
El problema es que la mayoría de las personas buscan la felicidad, probablemente como concepto equivocado. A veces como algo material y otras veces como una especie de estado de «nirvana» en el que haciendo A, B y C, la felicidad vendrá a nosotros. Entonces nos sentaremos y nos preguntaremos: «¿Soy ahora feliz?«.
Pero la felicidad es como el enfado o la ira. Una persona que está muy enfadada no se detiene a preguntarse si está enfadado. Simplemente, en ese momento habita en el enfado, aunque no sea consciente de la ira que en ese momento padece. Luego llegan momentos de placer o se resuelven los motivos por los que está enfadado, y ese enfado desaparece.
Una persona muy segura en de sí misma no se pregunta cada día si es una persona segura. Simplemente es una persona segura.
Por lo tanto, la felicidad no es una meta para alcanzar, sino un estado mental que ocurre cuando se dan un conjunto de circunstancias y experiencias en la vida.
Por eso el marketing de nuestros días aprovecha para comercializar productos que te hagan más feliz. Compra ésto y serás feliz. Recibe este curso para que tengas éxito y así serás feliz. Otras veces se vende la felicidad como sinónimo de placer. Y realmente no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Y es por eso que los publicistas saben que la gente feliz no son su cliente objetivo. Los publicistas lanzan campañas para la gente infeliz, que son los que piensan que comprando cosas serán más felices. Es decir, compran sujetadores con relleno aquellas chicas que no están contentas con sus pechos en estado natural. Se opera la nariz una persona que no le gusta su nariz. Una persona que no puede permitirse comprar un coche de alta gama, suele comprarlo cuando necesita ese coche para sentirse más admirado, respetado o sencillamente aparentar ser más de lo que es.
La mayoría de las personas que buscan la felicidad, realmente no están buscando la felicidad, sino más bien el placer. Y por lo tanto encontrarán el placer, pero no serán felices. Puedes comprar un coche nuevo, puedes perder peso, puedes tener más sexo o ir al cine para ver una película que estabas deseando ver. Puedes llenar tu vida de cientos de momentos placenteros, y aún así, no ser feliz en conjunto.
Aunque el placer aparentemente esté ciertamente ligado a la felicidad, realmente no es lo mismo.
Por ejemplo: un drogadicto está constantemente buscando el placer en cada «chute». Algo que le proporciona placer, pero el drogadicto sabe lo que es, y no es feliz, aunque en cada «chute» crea que lo es.
Placer es que un hombre casado se acueste con una chica espectacular. Toda una fantasía para ese hombre, pero cuando su mujer se entera y se divorcia de él, el hombre queda destrozado, al darse cuenta de que ha tirado su matrimonio por la borda, únicamente por un momento de placer que ha hecho que se le escape la felicidad en la que habitaba.
Diferentes estudios han demostrado a lo largo del tiempo que aquellas personas que «encadenan» su felicidad simplemente a los placeres materiales y superficiales, acaban más ansiosos, más inestables emocionalmente y menos felices en el largo plazo.
(Leer: La primera definición de éxito de la historia data de 1905)
Experimentar placer es necesario, pero no es suficiente si queremos alcanzar la felicidad.
¿Qué ocurre cuando comparamos nuestra felicidad con la de los demás?
No todos necesitamos lo mismo para ser felices ni todos tenemos la misma definición de éxito. Sabemos que el dinero en carencia puede hacernos personas totalmente infelices, pero el dinero en exceso nunca te hará más feliz si no habitabas en la felicidad antes de tener gran cantidad de dinero.
Ahora se vende la felicidad como una carrera de éxito donde una persona debe trabajar por su cuenta, crear una empresa y tener 2 millones en el banco, comprar un buen coche y una lujosa casa. El caso es que conseguir eso, no te va a garantizar la felicidad. En muchos casos garantiza la muerte de una persona en vida, sobre todo cuando ha sido un éxito rápido. Si ese era tu estándar de éxito y felicidad, probablemente descubras que sigues sin encontrar la felicidad, pues confundiste cifras numéricas y materiales con el hecho de ser feliz.
Y desde luego, la felicidad de esa persona se derrumbaría si en algún momento se derrumba su imperio económico, mientras que grandes empresarios descubrieron la verdadera felicidad durante sus mayores fracasos profesionales, cambiando completamente su visión del mundo y la vida y volviendo a levantar su imperio con una mentalidad completamente distinta.
Decía un viejo empresario que una persona encuentra la verdadera felicidad cuando se da cuenta de que todo lo material que tiene puede irse de la noche a la mañana. Y en ese momento piensas «¿Qué me quedaría si eso ocurre?». La respuesta es que te quedaría sólo la auténtica felicidad en esas personas que no se van por una mala decisión de negocios (mujer, niños, padres, amigos….)
La felicidad es buen humor.
No importa lo que consigas en la vida si careces de sentido del humor. Un amargado con 100 millones es un amargado. Y punto. Una persona con buen humor suele ser una persona feliz. Y esa persona será feliz con 500€ y con 100 millones. Evidentemente, a medida que desaparezcan sus problemas económicos, disminuirán sus preocupaciones, y por lo tanto será aún más feliz. Pero esa persona ya habita en la materia prima.
Felicidad es llevar la vida que quieres llevar.
La vida que quieres llevar no siempre es la vida que otros creen que deberías llevar. Si tu sueño es ser funcionario y adaptar tu sueldo a tu forma de vida mientras disfrutas de los tuyos, adelante. Tu sueño no debe ser mi sueño, pues puede que tu capacidad para asumir un fracaso no sea la misma que la mía.
Puede que montar tu propia empresa, a ti te cause más problemas que felicidad. Quizás tu habilidad sea la de ayudar a que un empresario levante su propia empresa. Y no hay nada malo en ello, pues no hay empresario de éxito que haya levantado su empresa él solo. Para ello ha debido contar con personas que estaban dispuestas a trabajar para otros y llevar una vida libre de todos los calentamientos de cabeza que vive diariamente un empresario.
Por lo tanto, ¿Qué es la felicidad?.
En la felicidad también se encuentran factores como el cariño y el afecto de otras personas hacia nosotros. Rara vez una persona que se sienta sola es una persona feliz. Una vez que te sientas amado y sientas que amas, ya nos quedaría el lado profesional.
En nuestra faceta profesional, no limites tu felicidad a una meta u objetivo. Pregúntate qué quieres ser y hasta dónde quieres llegar. Traza un plan y comienza a dar pasos hacia ese objetivo. El luchar por tu objetivo debe ser la felicidad en sí misma, y el hecho de que lo consigas o no, no debería hacerte un infeliz, sino darte los ánimos para continuar en la lucha de ese u otro objetivo.
Pero si tienes la mala idea de ligar tu felicidad al logro de una meta, estás programando tu propia infelicidad, pues serás un infeliz mientras luchas por ese objetivo, y descubrirás que eres un infeliz una vez cruces la línea de meta. Disfruta de todo el proceso. Si no eres capaz de disfrutar, es que te has equivocado de «proceso» o de camino.
Así que respondiendo a la pregunta del título del artículo: «¿Por qué debemos dejar de buscar la felicidad?«, la respuesta es: «porque la felicidad no es algo que haya que buscar, ni algo que se pueda encontrar. Es algo que tienes o que no tienes, y cuya tenencia no depende de factores externos»
A menudo, las personas infelices pueden llegar a ser felices cambiando sus creencias con respecto a la vida, y cambiando su enfoque hacia aquello que tienen, y no hacia aquello que les falta.