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Este sesgo hace que juzgues a otras personas con normas que no te aplicas a ti mismo.

Somos víctimas de nuestra propia mente a través de los distintos sesgos cognitivos que traemos de serie, y en los que raras veces las personas deciden trabajar, al no ser conscientes de que los padecen. Hablamos de una gran parte de ellos en nuestros artículos «Formas en que tu mente te traiciona (primera parte)» y «Segunda parte aquí«.

Con las personas que nos rodean en nuestra vida personal y laboral, tendemos a aplicarles unas normas que no nos aplicamos a nosotros mismos, cuando se trata de definir a estas personas basándonos en algunos hechos o comportamientos.
Para explicarlo de una forma sencilla voy a usar un ejemplo de la editora Shana Lebowitz:
Tu compañero de trabajo entrega un proyecto con retraso, y tú asumes que tu compañero es un vago o un informal. Si la próxima semana eres tú el que entregas un proyecto tarde, lo más seguro es que pienses que en tu caso se ha debido a toda una serie de problemas (personales o de otra índole) que te servirán como excusa o razonamiento para explicar por qué en tu caso no eres un vago o un informal, y únicamente se ha debido a circunstancias más que razonables.
Los psicólogos llaman a este fenómeno el «error fundamental de atribución«o el «sesgo de correspondencia«.
Básicamente se traduce a la inclinación de asumir que los comportamientos de otras personas son el resultado de defectos de la personalidad, mientras que ese mismo comportamiento, cuando es cometido por nosotros, siempre es atribuible a factores situacionales.
Según el psicólogo de Harvard, Dan Gilbert, el error fundamental de atribución se debe a cuatro factores:
1. No eres plenamente consciente de la situación que contribuye a la conducta de la persona.
Tu compañero de trabajo podría haber entregado el proyecto fuera de tiempo porque podría haber estado tratando una emergencia familiar esa semana, pero esa información no hay forma de conocerla, a no ser que él nos la diga.
2. Tienes expectativas poco realistas para esa persona, e incluso para ti mismo.
Consideras que incluso si tú hubieras tenido que tratar con una emergencia familiar, aún así, en tu caso te las hubieras arreglado para presentar el proyecto puntualmente. En palabras del propio Gilbert, tendemos a subestimar el poder de ciertas situaciones y la forma en que nos afectaría a nosotros cuando en ese momento le están afectando a otra persona. Y tendemos a sobrevalorarnos cuando creemos que a nosotros no nos afectaría de la misma forma algo que en ese momento le está afectando a un compañero.
3. Tu interpretación de la conducta de una persona puede ser exagerada.
Un observador externo podría notar cómo tu compañero de trabajo se está disculpando sinceramente cuando entrega el proyecto tarde dando sus motivos. Pero tú podrías interpretar la disculpa y los motivos como la propia reafirmación de la idea de que tu compañero es un vago y un informal.
4. No eres capaz de corregir tus primeras impresiones equivocadas.
Incluso una vez que te enteras de que tu compañero de trabajo estaba teniendo realmente una urgencia familiar, puedes tener el ancho de banda mental tan ocupado que no serías capaz de corregir tu creencia de que tu compañero es un informal.
En muchas ocasiones, tendemos a proyectar nuestros propios defectos en las personas de nuestro entorno, por lo que por regla general, aquella persona que aprieta tan rápidamente el gatillo para etiquetar a un compañero por un simple hecho del que no sabemos nada, puede ser debido a que estamos intentando colocar a otra persona una etiqueta con la que nosotros mismos nos identificamos.
Y este sesgo puede ir más allá, siendo más común de lo que pensamos, donde algunas personas que dicen que una persona de éxito ha tenido suerte. Para ciertas personas, el hecho de que una persona de su entorno tenga éxito, significa que ha tenido mucha suerte.
Si él mismo hubiera tenido mucho éxito, sería porque en su caso, habría sabido hacerlo, porque es un genio, porque él lo vale. 
Si él fracasa, sería debido a la mala suerte, pero si otra persona fracasa, es debido a que es un idiota.

Es por eso que antes de juzgar las actuaciones de una persona, debemos preguntarnos a nosotros mismos si realmente le estamos aplicando la misma norma que nosotros nos aplicaríamos en ese mismo caso.

Ver también:  Discurso de Tommy Douglas: Gobiernos de Gatos no pueden gobernar países de ratones.
A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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