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Cambiar esta única frase de tus pensamientos, puede cambiar tu forma de ver la vida.

Hoy día sé que nuestros propios pensamientos pueden hacernos felices o desgraciados. No siempre ha sido así. Me imagino que, al igual que muchos de vosotros, todo esto me sonaba a técnicas de auto-motivación y filosofía barata, a pesar de que, de forma inconsciente, nunca me ha gustado centrarme en lo negativo de las cosas, ni sufrir o preocuparme por cosas que con el tiempo descubres que se podría haber evitado tal sufrimiento.

Con el tiempo he visto un patrón muy común en esas personas que viven en una constante amargura. Y a menudo, esa constante amargura se encuentra en su forma de pensar. Al fin y al cabo, somos nuestros propios pensamientos. Como se suele decir: «La vida es un regalo que desenvuelves. Que te guste el regalo o no, depende de tu actitud frente a ese regalo».

Desde el punto de vista de la neurociencia, nuestra forma de pensar puede llegar a provocarnos desequilibrios bioquímicos en nuestros tejidos neurológicos. Y son nuestros propios pensamientos los que pueden hacernos salir fortalecidos de una mala situación, o  incluso hacernos entrar en una depresión, a pesar de no estar atravesando ninguna mala situación.

Ya hablamos de ello en nuestro artículo «La neurociencia explica 5 rituales para revertir la depresión y aumentar los niveles de felicidad«

Y es que nadie se levanta una mañana y, así sin más, le diagnostican depresión. Es un proceso, a menudo predecible para el ojo del observador y del oyente. Por eso, hay que zanjar rápidamente ciertos pensamientos. Y no porque vayamos a entrar necesariamente en una depresión, sino para aumentar aunque sea un poquito nuestro nivel de felicidad ante la vida.

James Clear, escritor e investigador sobre la psicología del comportamiento, explica cómo el hecho de cambiar un sencillo comentario que a menudo hacemos prácticamente todos, puede mejorar la visión que tenemos sobre nuestra vida. Podría parecer una «chorrada», pero por algo se empieza.

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Como adultos, pasamos la mayor parte del tiempo hablando sobre todo lo que tenemos que hacer: tenemos que madrugar para ir al trabajo. Tenemos que visitar a un cliente a última hora. Tengo que hacer un buen artículo esta semana. Tienes que hacerle la comida a tu familia. Tienes que atravesar la ciudad para llevar a tu hijo a clase.

Clear propone que cambies ese «Tengo que hacer» (suena a obligación), por «Tengo la oportunidad de».

Tienes la oportunidad de levantarte temprano para ir al trabajo, cuando millones de personas buscan de forma desesperada un empleo. Tienes la oportunidad de hacer cosas productivas en ese trabajo.

Tienes la oportunidad de visitar a un cliente, aunque sea a última hora. Algunos vendedores sentirían envidia, porque hace tiempo que son capaces de concertar una cita con un potencial cliente.

Tengo la oportunidad de hacer un buen artículo en este blog para un público que no deja de crecer, lo que me obliga a mejorar constantemente la calidad de los artículos.

Tienes la oportunidad de atravesar la ciudad con tu hijo para llevarlo a clase, pues es un tiempo que puedes pasar con tu hijo charlando en el coche, algo que por desgracia, pocos padres hacen en la actualidad.

Tienes la oportunidad de hacerle la comida o la cena a tu familia. ¿Cuántas personas se sienten solas y les encantaría tener una familia, o poder reunir a su familia aunque sea una vez a la semana?

Si conseguimos quitar de nuestra mente el sentimiento de obligación, estaremos liberándonos de una carga. Son de esas cosas que vamos a hacer, por lo que si somos agradecidos con ellas, nos reconfortarán en lugar de pesarnos.

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Y lo mejor de todo, es que tienes la oportunidad de cambiar cualquier cosa que no te guste de tu vida, aunque a menudo nos pesan cosas al no apreciar que el verdadero peso sería si esas cosas nos faltaran algún día, o lo desgraciados que seríamos si nunca las hubiésemos tenido.

Es decir, las cosas que a menudo vemos como un duro esfuerzo, realmente son nuestra mejor recompensa. Pero esto, quien mejor lo sabe, es aquella persona que carece de esas recompensas.

Nuestro cerebro escucha nuestros pensamientos, y nuestros pensamientos condicionan nuestro cerebro y nuestra percepción del entorno.

Si desayunamos gasolina y comemos tornillos, no tardaremos mucho en caer, pues el cuerpo necesita ciertos alimentos. Lo mismo ocurre con nuestro cerebro: aquellos ingredientes que le introduzcamos, provocarán un resultado u otro. Hoy sabemos que los pensamientos negativos liberan toxinas, mientras que los pensamientos positivos liberan endorfinas (el proceso ya lo explicamos en nuestro anterior artículo). No es una cuestión espiritual o cósmica, sino una cuestión bioquímica.

Incluso si vamos al extremo del pensamiento positivo, ante una serie de dificultades de la vida, doy fe de la diferencia que existe entre tomártelo como «una serie de problemas que me han llegado», a tomártelo como «una serie de retos que al superarlos me harán más fuerte». A nadie le gustan los problemas, pero a algunos nos apasionan los retos. Al tema del control de las emociones, Tony Robbins le dedicaba un capítulo entero en su libro «Controle su destino«

Pero seamos sensatos. No vamos a decirle a una persona que le han diagnosticado cáncer, «No pienses que tienes que ir a darte una sesión de quimioterapia, y piensa que tienes la asombrosa oportunidad de darte una sesión de quimioterapia». Lo cierto es que es una putada. Pero es una putada que esa persona deberá superar, y que a menudo, su superación depende de la actitud con la que se enfrente a ese reto que le ha puesto la vida.

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Aunque por regla general, no hay motivos reales para ser tan desgraciados como algunas personas se proponen. Y son sus propios pensamientos los que provocan que no puedan ser felices en un entorno por el que otras personas matarían por conseguir.

¿El dolor es bueno o es malo? Lo cierto es que en cualquier contexto es malo. Nadie disfruta sufriendo dolor, aunque si les preguntamos a los soldados que se han visto metidos en un conflicto con pocas probabilidades de salir con vida, su mayor aliado era el dolor, pues el dolor les indicaba que aún estaban vivos. Mientras sintieran dolor, tenían la posibilidad y la oportunidad de salir de allí con vida. Y esto no es cosa de las películas, sino una de las lecciones que los instructores le dan a los SEAL, para ayudarles a condicionar su cerebro ante algo que la gran mayoría va a sufrir en una misión.

En resumen: Intenta evitar ver las cosas que debes hacer como una obligación y una carga, y comienza a verlo como una oportunidad y una recompensa. Porque realmente, la recompensa es tener la oportunidad de realizar esas acciones. Es por eso que las personas que buscan una recompensa tras realizar dichas acciones, se sienten frustradas. Estas recompensas, así como la propia felicidad, no son metas, sino caminos.

A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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