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Testimonio real de un trabajador de Wall Street sobre cómo te corrompe esta industria.

En la industria financiera, el tener conflictos éticos o morales puede inhibir la progresión de tu carrera profesional. En la mayoría de empresas de Wall Street lo tienen claro: tienes que ser un lobo dispuesto a devorar. Aún así, a veces entran en esta industria personas con buenas intenciones y dispuestos a desarrollar sus habilidades en esta rentable profesión. Es el caso de un ex-trabajador anónimo de Wall Street que ha dado su testimonio a The Guardian, desde su inocente llegada a Wall Street hasta que los cheques comenzaron a aliviar su sentimiento de culpabilidad.

Su testimonio, además, tiene algunos comentarios que no deberían dejar indiferente a nadie, ya que puede que inocentemente, algunas palabras son como cuchillas para los bancos en general y para Wall Street en particular.
Mi primer año en Wall Street fue en 1993. Me pagaban 14 veces más de lo que ganaba el año anterior y 3 veces más que el mejor año que pudiera tener mi padre en toda su vida. Por ese dinero ayudé a mi empresa a crear productos financieros que fueron disfrazados para parecer simples, pero que requerían de matemáticas complejas para comprenderlos correctamente.

Ese primer año, debido a mi buen trabajo, mis jefes me compensaron con un «bonus» de 20.000 dólares además de mi sueldo. Me decían que era muy inteligente.

Los productos los vendíamos a muchos inversores que no entendían completamente lo que estaban comprando. A estos inversores es lo que llamábamos «japoneses despistados». Los beneficios de mi empresa eran enormes. El producto principal con el que nuestra empresa hizo muchísimo dinero durante casi 5 años era lo que llamábamos un YIF o un Yield Indexed Forward.

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Con el tiempo, los inversores se volvieron más inteligentes, y se dieron cuenta de que lo que habían comprado era algo complejo, cargado con apalancamiento oculto, y se convirtieron más peligrosos aún en momentos de angustia.

Nunca llegué a conocer a los compradores, ya que ese era el trabajo de otra persona. Mi trabajo consistía en tratar de extraer el mayor valor posible a través de las matemáticas y el comercio inteligente. Japón nos enviaba faxes con documentos de nuestros competidores, los cuales vendían productos incluso más raros y con más volumen que nuestra empresa.

Si queríamos seguir manteniendo a muchos de nuestros clientes japoneses, » no podíamos dar marcha atrás».

Cuando preguntaba, no sin ingenuidad, si todo esto era «comestible», me aseguraban que abogados y gestores aprobaban ese tipo de ventas.

Un operador bursátil veterano de la compañía, me dijo a altas horas de la noche: «Ahora estás jugando en las ligas superiores. Si un cliente quiere un traje rojo, nosotros le vendemos un traje rojo. Si ese cliente es japonés, le cobramos el doble de su precio.»

….. Supuse que finalmente se enfrentarían a cargos legales, o por lo menos a la vergüenza pública, pero no lo hicieron. Es más, les pagaban mejor, siendo alabados como verdaderos tomadores de riesgo y se les ofrecían comisiones más abultadas para gestionar otros grandes negocios similares.

El estar tan bien pagado ayudaba a aliviar muchas de nuestras preocupaciones. La culpabilidad desaparecía cuando recibías un gran cheque. Además, por primera vez se estaban valorando correctamente mis habilidades matemáticas. Allí no era un empollón, sino un genio.

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….. Después de unos años en Wall Street lo tenía muy claro: «cuanto más inteligente eras, más ingeniosa era tu capacidad de explorar un vacío en una ley o reglamento»

…. Era como conducir más allá del límite de velocidad, donde otros incluso te adelantaban a más velocidad y no veías a nadie detenido.

…. Wall Street retrasaba las peticiones de los reguladores. Cada empleado tenía que completar una capacitación en el cumplimiento anual, en la que se actualizaban cosas como el lavado de dinero, el abuso de información privilegiada y los productos financieros que eran adecuados para los clientes. A principios de la década del 2000, la capacitación en el cumplimiento había descendido a una farsa de una vez al año, diseñada para, literalmente, sólo marcar una casilla.

…. Para el año 2007, la idea del concepto de ética cayó aún más. Como Wall Street creció, impulsado por esa cultura de la toma de riesgos sin control, los inversores se volvieron más y más audaces, y la corrupción se hizo más y más difusa a través del sistema. En el año 2006, se podía abrir cualquier negocio importante, mirar sus cuentas internas y encontrar alguna «fechoría».

Después de la crisis de 2008, los reguladores finalmente hicieron exactamente eso, y  el resultado fue una serie de escándalos con nombres raros: LIBOR fixing, FX collusion, ISDA Fix…. que para muchas personas pueden parecer hechos anómalos dentro de la cara oscura de Wall Street. Pero no lo son. LIBOR, FX, Fix ISDA están en el centro de las finanzas y son parte del flujo diario de miles de millones de dólares y probablemente una práctica estándar de los muchos negocios que están en la zona gris.

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…. los chicos de Wall Street estaban haciendo lo que todo el mundo hacía, tal vez de forma más agresiva y más temeraria. Ellos estaban haciendo aquello para lo que les habían entrenado: para romper las reglas y vencer a sus competidores. habían sido aplaudidos en el pasado por tomar dichos riesgos, sin ninguna duda. Ahora están recibiendo los azotes.

¿Dónde está la verdadera responsabilidad?. Wall Street  se salió de control.

Según este trabajador, el cuento de que nadie sabía el peligro que se corría por lo que estaban haciendo, no es cierto. Si preguntas a cualquiera que trabaje en un banco de inversión, te dirá que lo sabían, pues si realmente alguien de Wall Street no hubiera sabido lo que iba a ocurrir, el problema sería aún mayor.

«Ellos sí lo sabían, pero en lugar de cumplir las reglas, buscaron la forma de beneficiarse con su incumplimiento».
A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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