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Por qué nos ahogamos en situaciones de estrés y cómo evitarlo.

Nuestro cerebro es nuestro mayor aliado. Pero también es nuestro peor enemigo si no lo hemos educado correctamente. Manos sudorosas, latidos del corazón más ajetreados de lo normal, malestar de estómago, dolor de cabeza, ansiedad… nuestro cerebro ya ha enviado las señales al resto del cuerpo para advertirnos de que algo no marcha bien.

Y quizá por eso están tan moda las terapias para ejecutivos donde se les enseña a gestionar correctamente las emociones, pues un hombre de negocios o un profesional, puede permitirse cierto estrés, pero no la ansiedad, y mucho menos ahogarse ante las complicaciones.

Teniendo en cuenta que nuestro cerebro ya viene de serie cableado para la supervivencia, en el panorama de la empresa, esa lucha por la supervivencia puede afectarnos de dos formas: Adrenalina alta o pasividad no deseada.

En cualquier caso, en el mundo de los negocios y en nuestra propia vida, ambos efectos pueden conducirnos al desgaste y estrés, así como una ansiedad innecesaria y evitable.

Nuestro cerebro

Estamos preparados para sobrevivir, pero cuando se trata de prosperar y llegar más lejos en la vida, vamos a tener que estar más preparados para soportar la presión asociada a ello.

Y es que debemos dar por hecho que las personas de éxito han soportado muchos más problemas, presión y estrés que el resto de personas que únicamente quieren sobrevivir.

Es por eso que habrás escuchado en más de una ocasión a una persona decir: «yo no quiero montar un negocio. Es demasiada responsabilidad e inseguridad para mí. Prefiero trabajar para otro y que me pague a final de mes».

En este caso, tendríamos a una persona que huye del estrés y la presión, y por tanto, abraza la comodidad.

Este es un pensamiento que a muchas personas puede darles un logro de corto plazo, porque a largo plazo, si son despedidas, se encontrarían con más ansiedad que probablemente el hombre de negocios.

Es decir, el evitar situaciones de estrés y la presión, a menudo hace que las personas se pierdan grandes oportunidades para prosperar en la vida, y acaban encontrando aquello que intentaron evitar.

Por eso, tanto si tratamos de evitar el fracaso en general, así como si estamos envueltos en una serie de aparentes problemas que nos están causando ansiedad, veamos cuáles son las causas que podrían provocar nuestro propio auto-sabotaje.

(Ver también: 8 trucos probados para superar el miedo y la ansiedad)

1. No estamos viendo el cuadro grande.

Para explicar ésto, se le suele enseñar a una persona una cartulina, completamente pegada a la cara, y le preguntamos de qué color es. Esa persona te dirá que la cartulina es negra. Entonces alejamos la cartulina, y la persona ve claramente una cartulina verde, aunque con una pequeña mancha de color negro, que era lo que veía cuando se la pegamos obligándola a enfocarse en la parte negra.

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Y eso nos pasa en ocasiones. Dicho de otra forma más sencilla, «a veces, miramos tanto los árboles que no somos capaces de ver el bosque».

Otras veces estamos tan obcecados con los problemas de corto plazo, que nos olvidamos de nuestra misión en el largo plazo. Y es que nuestra memoria suele recordar mucho más las preocupaciones inmediatas que nuestras recompensas futuras.

También nos produce más dolor una pérdida que alegría una ganancia, y por tanto, el miedo al fracaso es mayor en el corto plazo que la posibilidad de tener éxito en el largo plazo.

Así trabaja nuestro cerebro, por lo que finalmente somos tan «masoquistas» que nos centramos más en lo malo que en lo bueno; en los pocos problemas antes que en todas las cosas buenas.

Así que nuestro primer paso para evitar ahogarnos en una situación de estrés o frenar nuestro éxito, es reconocer que estamos siendo víctimas de nuestro propio pensamiento, un tipo de pensamiento que la mayoría de las personas eficientes, emocionalmente fuertes y de éxito, hace mucho tiempo que arrancaron de su mente.

2. La mala gestión de problemas.

Aunque suene a teoría barata de motivación , lo cierto es que hay dos tipos de problemas: los que tienen solución y los que no la tienen. En ambos casos, ya sabemos lo que tenemos hacer: solucionar los que tienen solución, y dejar ir los que no la tienen. Ya sé que no es fácil hacerlo, pero es que no nos queda otra.

Dentro de los problemas que tienen solución, a menudo hemos dado lugar a ciertos problemas por no haberlos zanjado a tiempo. Como solía decir Tony Robbins en su libro «Controle su destino«, hay que acabar con un monstruo cuando es pequeño, porque si lo dejamos crecer, nos costará más trabajo y recursos emocionales combatirlo, lo que nos lleva al siguiente punto, que es dejar la dilación.

3. Dilación.

Enfréntate a un problema antes de que sea una emergencia. Supongamos que en estos momentos haces una lista y encuentras 10 problemas (2 de ellos sin solución). Ya sólo tenemos 8. ¿Cuáles son los más fáciles de solucionar? Comienza mañana mismo dando los pasos necesarios para solucionar ese problema.

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No obstante, volvemos al ejemplo de la cartulina, y es que a menudo, nuestros problemas son pequeñas manchas dentro de una gran cartulina color verde, pero decidimos asfixiarnos mirando únicamente esa manchas, viendo la cartulina de color totalmente negro. Y eso es enfocarte en la mancha (en el problema). Enfócate mejor en la solución a ese problema y, podrás ver como a medida que que lo vas solucionando, esa ansiedad va desapareciendo.

(Ver: 16 cosas que debes saber sobre la vida, el éxito y la felicidad)

4. Apagamos el modo «piloto automático».

La mayoría de nosotros vamos por la vida en piloto automático. Normalmente todos somos buenos en algo. Conforme escribo estas líneas no siento ansiedad por el hecho de no saber escribir. Es algo que ya sale de forma automática. Lo mismo ocurre para esa persona que trabaja en una fábrica, o el informático, o el hombre de negocios que comienza a levantar el vuelo haciendo lo que sabe.

El problema es que cuando visualizamos el «iceberg», quitamos el piloto automático para tomar el control manual, porque no estamos tan acostumbrados a ese tipo de «percances», y por tanto, rompe nuestra inteligencia y experiencia en ese momento. A partir de ahí, si no estamos hechos para la adversidad, nuestro cerebro ya no será tan eficiente.

Al quitar el piloto automático, hemos dejado de hacer lo que sabemos hacer bien para enfocarnos en ese gran iceberg, lo cual hace que abandonemos todo para evitar el iceberg. Pero esto es una mala metáfora para la vida en general, porque no somos capitanes del Titanic ni tenemos ningún iceberg delante.

De hecho, en nuestro campo profesional y en nuestra vida, si ya tenemos un iceberg delante que se interpone entre nosotros y nuestra meta, lo que debemos hacer es aumentar la velocidad del barco para destrozar ese gran iceberg; atravesarlo a toda máquina. Porque uno debe enfrentarse a los problemas.

5. Nos sobreestimulamos, y eso no es del todo bueno.

Cuanto mayor sea la recompensa que perseguimos, mayor ansiedad sufriremos. Y ésto lo van a entender perfectamente los amantes del fútbol. Cualquier futbolista profesional, en cualquier día normal conseguiría meter un gol de penalti. De hecho, el penalti es la pena máxima porque lo más probable es que sea gol.

Pero en un partido importante, es cuando no sólo fallan el penalti, sino que además, el balón, en ocasiones ni va dirigido a la portería. Y eso se debe a la ansiedad por alta recompensa. También por el miedo al fracaso, en el cual nos enfocamos y, como logramos aquello en lo que más nos enfocamos, acabamos consiguiéndolo.

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Este fenómeno nos afecta a todos. Cuanto mayor sea tu desesperación por conseguir un empleo, peor lo harás en una entrevista de trabajo.

¿Cuál es la solución?

Además de todo lo que hemos ido diciendo, el paso cero sería reconocer lo que nos está ocurriendo, lo cual, realmente pienso que cualquier persona sabe cuándo está sufriendo ansiedad y fuerte estrés.

Buscar el problema principal: No me trago que la vida de una persona sea todo problemas. A menudo, vemos toda la «cartulina» negra porque un solo problema está contagiando toda nuestra existencia. Y como nuestro pensamiento está influenciado por emociones negativas, todo es negativo. A menudo, el problema eres tú y tu forma de pensar.

Ejemplo: Si coges a tu pareja poniéndote los cuernos, y a las 2 horas vas al cine, te pongan la película que te pongan, lo más probable es que la película sea una mierda. Eso mismo nos pasa en nuestra vida.

Recuerda el largo plazo: Debes tener muy presente que la vida no es lineal. El éxito tampoco es lineal. Y realmente no creo que consista en llegar del punto A al punto B. Más bien creo que cualquier objetivo de largo plazo es llegar del punto A al punto Z, por lo que tendrás que pasar muchas letras del abecedario para lograrlo. No todas las letras van a ser malas, pero da por hecho que no todas las letras van a ser buenas.

Asimilar que vas a encontrar problemas, y aprender de antemano a responder a las adversidades con una correcta gestión de las emociones negativas, te ayudará a evitar futura ansiedad.

Recuerda: perderás partidos, pero lo que juegas es una liga. Y aunque pierdas esta liga, luego vendrá otra.

Confía en tu piloto automático: En ocasiones creo que se debe a la baja autoestima de las personas, y por regla general somos más buenos de lo que pensamos en aquello que hacemos. A veces, ante la adversidad, es cuestión de seguir en piloto automático, pues únicamente debemos hacer lo que sabemos hacer, porque sencillamente, lo hacemos bien.

Por eso un deportista falla bajo presión. Y es que apaga su piloto automático, olvidando que únicamente va a hacer lo que ha hecho un millón de veces; lo que mejor sabe hacer.

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A. Carlos González
Autor de "Cenizas de Prosperidad", Apasionado de las ventas, las finanzas, estratega empresarial, entusiasta del desarrollo personal y algunas cosas más

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