A nadie le gusta una estancia en la cárcel, pues a pesar de que hay cárceles con más o menos comodidades, el mayor castigo que puede sufrir una persona es la privación de libertad. Pero existe un porcentaje de presos de larga estancia que a pesar de «saber» que no les gusta la cárcel, cuando llega la hora de salir, una parte de su cerebro preferiría quedarse allí, pues tienen miedo a la libertad a pesar de que todos hemos nacido para ser libres.
Tienen miedo a lo que hay fuera de aquellas paredes, miedo a la reinserción social, a sentirse solos ahí fuera, rechazados… Es como el que adquiere una cadena de hábitos tan fuertes, que luego creerá no poder prescindir de ellos.
Si bien la psicología no recoge este término como un síndrome, y mucho menos como el «síndrome del preso» (tampoco es una fobia a la libertad), lo cierto es que este mecanismo psicológico es similar al mecanismo del miedo que tenemos en muchas facetas de nuestra vida, y por lo tanto, hoy lo vamos a denominar como el «síndrome del preso».
Todos hemos nacido -o deberíamos haber nacido- para ser libres y felices con nuestra vida. Y es que para los que no creemos en la resurrección, creo que deberíamos recordar que sólo tenemos esta vida y ésta algún día dirá «Game Over», y no tendremos la oportunidad de recargar nuevamente el crédito para jugar mejor de nuevo.
Al igual que los reclusos penitenciarios que padecen ese síndrome del preso, algunas personas saben que no llevan la vida que quieren llevar (viven en la cárcel), pero tienen miedo a cambiarla, miedo a dar los pasos necesarios que te saquen de donde quieres salir y te acerquen a donde te gustaría estar.
Y no hablamos simplemente de una zona de confort, pues en según qué casos, no hay zona de confort, sino una zona infernal.
Miedo a salir de la zona de confort sería el que una persona esté en un trabajo que no le gusta, y que tenga miedo a salir de él, a cambiar de empresa debido a la incertidumbre, a crear su propio negocio por miedo a fracasar.
(Ver: Cómo cambiar radicalmente tu vida)
Una zona infernal, por poner un ejemplo, es esa mujer que lleva años aguantando insultos o maltratos físicos por parte de su pareja, y permanece ahí no porque esté alojada en una zona de confort, sino por el «síndrome del preso» y por el miedo a dar ese paso a pesar de la incertidumbre.
Claro que en este caso, concretamente, podría darse también el «síndrome de Estocolmo«, el cual sí está denominado en psicología como un síndrome, que básicamente sería desarrollar un vínculo afectivo con tu secuestrador.
Esta sería la definición en psicología:
«Un conjunto de mecanismos psicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo de dependencia entre las víctimas de un secuestro y sus captores y, sobre todo, la asunción por parte de los rehenes de las ideas, creencias, motivos o razones que esgrimen sus secuestradores para privarles de libertad» – Nils Bejerot (psiquiatra que acuñó este término)
En otras palabras, una mujer maltratada durante años puede pasar por estas etapas o sentirlas todas a la vez:
- 1. Agradecimiento hacia su agresor cuando no la maltrata.
- 2. Sentimiento de culpa cuando la maltratan.
- 3. Miedo e incertidumbre a dejar esa «vida» y a esa persona.
- 4. Asimilación de que así será el resto de su vida.
(Ver: 5 cosas que debes recordar cuando te sientas atrapado, atascado y vacío)
¿Cómo se sale de ahí?
En este caso, por suerte, las personas que tienen mentalidad emprendedora y que ya han superado varios fracasos sin volverse alcohólicos, drogadictos o pesimistas extremos, tienen mucho que decir.
Todos tenemos miedo a los cambios, pues como repetimos en diferentes ocasiones, los valientes no es que no sientan miedo, sino que hacen lo que tienen que hacer a pesar del miedo. Cuando hablamos de la creación de un negocio, todo es incertidumbre, y si nos detuviésemos a analizar el negocio, nunca sería el momento de llevarlo a cabo.
Las excusas para no salir de nuestra cárcel, sea cual sea, en primer lugar suele ser la falta de medios y la visión borrosa del camino a seguir. Y en este caso, el consejo es exactamente igual que el que se le da a alguien que quiere desarrollar una idea de negocio:
«Comienza con los medios que tienes a tu alcance. Ni más ni menos. El cerebro es poderoso en este sentido, y cuando te hayas decidido, desarrollará la creatividad para encontrar los medios necesarios. Con respecto a la borrosidad del camino, como alguien dijo una vez, comienza a andar, y el camino se irá vislumbrando a medida que continúes caminando».
No será fácil, pues ningún cambio es fácil. Los cambios provocan mucha incertidumbre y probablemente soledad, pero finalmente, si tomamos acción, descubriremos que cualquier resultado obtenido es mejor que lo que teníamos (supuestamente, por eso queríamos salir de ahí)
¿Qué hacemos para superar los miedos? La respuesta a esta pregunta está incluida en la propia pregunta: superarlos. Y es que solo hay una forma de vencer los miedos, que es enfrentándonos a ellos. Recuerda que los miedos son muy cobardes. Si les das la espalda, los miedos se hacen más poderosos, más grandes, más intimidantes, pero si les haces cara, éstos se achican y huyen. Y cuantos más miedos destruyas, menos miedos vendrán.
La única forma conocida hasta ahora para ser feliz o tener éxito en cualquier campo, conlleva asumir riesgos. Y en muchos casos, asumir riesgos no es una opción, sino la única salida para ser feliz o, al menos intentarlo. A pesar del miedo.
Acabamos nuevamente con la famosa frase de Bill Gates: «Si no te gusta tu vida, cámbiala. Tú no eres un árbol».
Hola, interesante el artículo, como la mayoría de los que publicas, solamente un comentario:
Ortega y Gasset es una única persona, por tanto no acuñaron el término «síndrome del felpudo» , lo acuñó….
Un saludo y adelante con la página, la sigo regularmente y me gusta mucho.