En una difícil época donde todo jugaba en contra de un joven de color llamado Cassius Clay (Que más adelante sería conocido como Muhammad Ali), logró ganar la medalla de oro de boxeo a los 18 años representando a los Estados Unidos. Pero ese hito únicamente fue el comienzo de una dura batalla y obstáculos que tuvo que superar el considerado boxeador más grande de todos los tiempos.
Pudo parecer un arrogante, un bocazas y un charlatán. Y sí, es exactamente lo que era, debido a que usaba el poder de las afirmaciones no solo en lo privado, sino que se lo hacía saber a todo el mundo en público. De esa forma ya no había marcha atrás, ya no había retirada. Ya sólo cabía el resultado de la victoria.
Hay que recordar que Muhammad Ali no sólo peleaba contra su oponente en el cuadrilátero, sino contra todas las injusticias de la sociedad. No sólo golpeaba fuerte a su rival, sino al racismo y desigualdad. Y no sólo recibía golpes de su rival, sino también por parte de la sociedad.
Se dice que tras ganar la medalla de oro, un día le negaron la entrada a un establecimiento por ser negro. En ese preciso momento tiró la medalla al río. ¿Para rendirse? No. Para conquistar el título de campeón mundial de los pesos pesados y ser recordado como el más grande de todos los tiempos.
Y no fue un camino de rosas, pues tras convertirse en el campeón mundial de los pesos pesados de boxeo, le arrebataron injustamente el título sin pelear y lo retiraron del boxeo durante 3 años. Este periodo suele ser suficiente como para que cualquier boxeador pierda su momentum, su habilidad, su motivación.
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Pero Ali volvió para conquistar nuevamente su título de boxeo, ya no como Cassius Clay, sino como Muhammad, dando lugar a la famosa anécdota con el boxeador Ernie Terrell. Y es que Ali se cambió el nombre porque Cassius era su nombre de «esclavo». Ernie bromeaba y se burlaba de ello, negándose a llamarlo por su nombre, por lo que durante el combate, con cada golpe Ali gritaba: «¿Cómo me llamo?» Finalmente, cuando Ali tumbó a Ernie, le gritó: «¿Cuál es mi nombre, tonto?»
Estas son sus afirmaciones y frases de Muhammad Ali que pasaron a la historia.
Flotaré como una mariposa, y picaré como una abeja.
Sin duda, esta expresión usada por uno de sus entrenadores, acabó definiendo perfectamente el estilo extravagante de lucha de Ali, el cual parecía que bailaba en el cuadrilátero hasta que llegaba el momento de golpear de forma devastadora a su adversario.
«Odié cada minuto de entrenamiento, pero prometí no renunciar. me dije: Sufre hoy y vive el resto de tu vida como un campeón.»
Si observamos a Ali, pareciera que es fácil boxear por esa manera de esquivar golpes, pero Ali, al igual que cualquier otro campeón, no gana el combate en el cuadrilátero, sino a través del esfuerzo y sacrificio del entrenamiento.
Si quieres tener éxito en cualquier cosa, deberás prepararte, deberás trabajar más duro. Deberás estar dispuesto a hacer el sacrifico que no hizo la persona a la que de esta forma vencerás.
«Los campeones no se hacen en Gimnasios, sino en su cerebro. Los campeones están hechos de algo inmaterial que está dentro de ellos. Un sueño, un deseo, una visión.»
Y es que las personas que sabe hacia dónde se dirigen y tienen una meta clara, así como un deseo ferviente por lograrlo, ya tienen más recorrido ganado que el 80% de las personas, pues son muy pocas las personas que saben para qué se levantan cada mañana.
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«Tuve que convencerme a mí mismo de que era el más grande de todos los tiempos, antes de poder convencer al mundo.»
Y es que Ali tenía claro de que si repetía una y otra vez ciertas frases y pensamientos, acabaría condicionándose a sí mismo para tener éxito.
Somos lo que creemos que somos, y la definición que tienes de ti mismo es lo que te lleva a convertirte en la persona que dices ser. De ahí viene el viejo dicho: «tanto si crees que vales mucho como si crees que vales poco, en ambos casos, estarás en lo cierto.»
«Os lo dije. Soy el campeón. Soy el más grande de todos los tiempos»
Estas fueron las palabras que Ali usó cuando se hizo campeón del mundo venciendo a uno de los boxeadores más temidos de la época, Sony Liston.
Antes del combate, Ali ya hablaba como si tuviera el combate ganado, haciendo afirmaciones del tipo: «Yo soy el más grande. Sony no se merece ser campeón.»
«El 99% de la gente que va a ver el combate, viene a verme a mí, pero vienen a verme perder. Y se van a ir muy decepcionados.» Tras pronunciar estas palabras, la mayoría pensaron que Ali era un fanfarrón, hasta que vieron a Sony besar la lona y a Muhammad Ali convertirse en el campeón.
«La repetición de afirmaciones te conduce a la creencia. Y cuando la creencia se convierte en una convicción profunda, las cosas comienzan a suceder.»
Hoy día conocemos la eficacia de tener un sistema de creencias adecuado y del poder de las afirmaciones desde un punto de vista neurocientífico. De hecho, es prácticamente imposible tener éxito o ser el mejor en algo si no crees que puedas ser el mejor. Y la mejor forma de creértelo es decírtelo a ti mismo hasta que ese pensamiento arraigue en tu cerebro.
«Aquel que no sea lo suficientemente valiente para asumir riesgos, no conseguirá nada en su vida.»
El mayor riesgo que puedes tomar en la vida es no tomar ningún riesgo. Nadie tiene éxito sin asumir riesgos, pues lo contrario de asumir riesgos se le llama zona de confort. El éxito siempre está fuera de esta zona. SIEMPRE.
«Imposible es solo una palabra que usan los débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho, sino una opinión. Imposible no es una declaración, es un reto. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Imposible no es nada.»
Y es que Muhammad Ali hizo lo imposible. Y todo indica que pudo soportar las injusticias, los duros entrenamientos y los duros combates gracias a sus creencias, sus afirmaciones y el deseo ferviente de que sus afirmaciones se convirtieran en un hecho real para el mundo.
Ese fue el secreto del boxeador más grande de todos los tiempos.