La mayoría de las personas se enamoran prácticamente por azar, es decir, todos conocemos a personas a lo largo de la semana, del mes o del año. Algunas personas nos gustan, otras no. A algunas personas les gustamos y a otras no. Hoy hablamos sobre el Arte de la seducción.
Hay quienes nos dan la oportunidad de conocerlas mejor (una segunda y tercera cita), y hay otras que por sus circunstancias temporales, a pesar de que nos gustan, no es el momento de «atacar» pues no estarían preparadas para iniciar un «romance». Finalmente, se producen toda una serie de filtros, donde o bien seducimos o somos seducidos con/por una persona como podría haber sido con/por otra.
Si algo me ha quedado claro tras leer la magistral obra de Robert Greene, «El Arte de la Seducción» – donde da un repaso a los mayores seductores de todos los tiempos, desde Cleopatra hasta Casanova, pasando por Salomé, Valentino…- es que los seductores no dejan al azar esta cuestión.
El Arte de la seducción
Ellos eligen a la «víctima» y ponen toda la maquinaria de seducción a trabajar elaborando todo tipo de estrategias y técnicas. Y a ellos no les importa si su víctima está atravesando una mala situación, si estaba soltera o casada. ¿Y lo mejor de todo? Siempre acababan conquistando a la víctima.
A menudo, en este espacio, hablamos de influir en las personas y ganar poder de persuasión. Pues bien, no hay influencia sin seducción, y la persuasión se consigue a través de la seducción, pues de la misma forma que el seductor puede conquistar a una mujer, puede lograr seducir a las masas. Uno de los mayores seductores de masas fue John F. Kennedy.
Si Salomé hoy fuera una vendedora.
Cuando hoy hablamos de Simon Freud o Friedrich Nietzsche, supongo que se nos vendrá a la mente una imagen de dos genios con la cabeza muy centrada. Ni ellos fueron capaces de escapar del poder de una gran seductora llamada Lou Von Salomé, la cual consiguió hacerle perder el sueño a Freud y Nietzsche, además de provocar que se suicidara el filósofo Paul Rée.
¿Qué poder puede ejercer la manipulación de una persona que sabe perfectamente lo que está haciendo?
Salomé podría haber tenido éxito en cualquier campo, pues era capaz de poner a sus pies a los hombres más inteligentes de la época. Consciente o inconscientemente, esta mujer ejercía diferentes técnicas de seducción. No era que enamorara a los hombres, sino que les hacía perder literalmente la cabeza. Y lo más peligroso de todo, es que sus técnicas pueden ser aprendidas.
1. El secreto de los grandes seductores: No seducen a la persona, seducen a su cerebro.
Parece lo mismo, pero no lo es. Hoy día, cuando se aplica la neurociencia a las ventas, se suele decir que «no le vendas al cliente, sino a su cerebro». Esta técnica ya la conocía Cleopatra, y desde luego, la conocían grandes seductores como Giacomo Casanova, los cuales no dejaban nada al azar y ejercían toda una serie de técnicas manipuladoras para derribar las barreras desde el propio cerebro de la víctima.
Si eres mujer y alguna vez te has preguntado pro qué siempre das con hombres infieles o capullos, lo cierto es que esto ya lo sabía, pero Robert Greene lo confirma: das con ese tipo de hombres porque son los hombres que le gustan a tu cerebro.
La mayoría de las mujeres piensan que quieren un hombre romántico y fiel, que esté atento a todo tipo de detalles y que te preste atención. Eso puede gustar a la mujer, pero no a su cerebro, pues lo que va a mantener vivo el deseo es el miedo a no tener la certeza y seguridad de que ese hombre permanecerá a tu lado. Es decir, crear inseguridad es una forma de seducción en sí misma. y los mujeriegos ya tienen ese talento de seducción innato.
Dicho de otra forma, no das con capullos por accidente, sino que en realidad, estabas buscando un capullo, y como encontramos aquello que andamos buscando…..
La fama de los seductores
De hecho, los grandes seductores solían tener fama de lo que realmente eran: conquistadores que sólo querían llevarse a la cama a su víctima y después olvidarse de ella. Dicho así, ninguna mujer querría ser una pieza más de colección de estos caraduras. Además, las propias amigas solían advertirla para que tuviera cuidado.
En ese momento, la mala reputación del seductor -llamémosle Casanova- hacía que, aparentemente fuera muy difícil que una mujer decente y casada (y advertida del peligro) cayera en las redes de lo que ella consideraba un caradura, un sinvergüenza y mujeriego. Pero esa mujer ya estaba en el punto de mira de Casanova, por lo que ella aún no sabía que iba a ser seducida sin darse cuenta.
Entonces, nuestro Casanova ignoraba a esa mujer, mostrándose agradable con el resto de personas, y ganándose el encanto de los demás asistentes de la fiesta, claro que asegurándose de estar cerca de su víctima, para que observe que su imagen no se corresponde con lo que le han dicho.
Llega un momento en que esa mujer ve claramente cómo Casanova se divierte con otras mujeres hablando y cómo ellas se divierten con él, por lo que nuestra pobre víctima, se hace una evidentemente pregunta:
«Si este tipo se ha pasado por la piedra a todas las mujeres que le ha dado la gana, ¿por qué pasa de mí? ¿Es que yo no le gustaré? Y más adelante… ¿Por qué no le gustaré? La propia vanidad de la víctima hace que no deje de pensar en el hombre que debería evitar, pues a nuestro cerebro no le gusta que nosotros seamos menos que otras personas.
Y el seductor sabe cuándo está provocando ese efecto, pues está atento a la forma que tiene de mirarle. Es entonces cuando una ligera mirada insinuante por parte del seductor, un ligero acercamiento, hará que la víctima le haga una pregunta a nuestro Casanova: «¿Dónde decías que estaba cuenca?» Y el resto de la historia ya os la podéis imaginar.
2. Aparentar ser un objeto de deseo.
Aquí entran en juego muchos sesgos cognitivos, aunque básicamente podríamos decir que nos atraen las personas que resultan atractivas a los demás.
A nadie le gusta una persona que sea rechazada por todos, pues si es rechazada por todos, nuestro cerebro, de forma inconsciente piensa «por algo será», pero nos atraen las personas que gustan a todos, pues si gustan a todos, «por algo será».
Y nuestra vanidad quiere tener lo que otros quieren tener. Esto no sólo funciona para querer un lujoso coche como el de nuestro cuñado o una gran casa como la de nuestro vecino. También funciona a la hora de desear a la mujer de nuestro vecino.
Es por eso que una de las técnicas de seducción mejor respaldadas por la neurociencia es la de provocar celos con una ex-novia que desea volver con nosotros, con varias mujeres u hombres que están deseando tener una relación con nosotros. Básicamente, un seductor se asegura de que esa persona sepa que tiene muchas opciones donde elegir, pero te está eligiendo a ti.
Si muchas personas han sucumbido a nuestros encantos, debe ser por una razón. Y muy pocas personas son capaces de controlar esa vanidad para no averiguar qué razón es esa.
El sinsentido sentimental del deseo, al final, sólo tiene que ver con la vanidad y la codicia – Robert Greene
La deseabilidad es una ilusión social.
Un hombre que está sólo en una discoteca, suele resultar poco atractivo, pues…¿Por qué está solo? Tu cerebro ya ha hallado una respuesta. Y la respuesta no es muy seductora, aunque no sea el motivo real.
Un hombre que entra saludando a todo el mundo, y que recibe una ida y venida constante de mujeres invitándole para que baile con ellas o que se siente en una mesa con ellas, ya es atractivo de entrada. Y si además rechaza todas y cada una de las invitaciones, para los ojos de la observadora, ese hombre es un objeto de deseo.
3. El sesgo de contraste en la seducción.
Del mismo modo que el sesgo de contraste (elegir en función no de lo que queremos, sino en función de las opciones que tenemos) funciona en las ventas, también es efectivo en la seducción.
Un hombre o una mujer físicamente normal, resaltará en un grupo de personas verdaderamente feas y poco atractivas.
Es decir, si estamos en un grupo donde los únicos hombres somos Danny de Vito y yo, de entrada, voy a resultar más atractivo que de Vito, y por lo tanto, el efecto Halo también me hará más seductor.
Ahora bien, si los hombres del grupo somos Brad Pitt, Tom Cruise y yo, nos repartiríamos la demanda entre Pitt y yo. Lo siento, Cruise, pero esa noche te vas solo a casa 🙂
Esta técnica no la emplean correctamente muchos hombres.
Y es que a menudo, cuando un hombre está conociendo a una mujer, y ve cómo se le acercan para hablar con ella los típicos «capullos» que no son el tipo de hombre de esa mujer o son muy aburridos y pelmazos, el hombre tiende a ponerse celoso, e intenta rápidamente sacar a la mujer de ese grupo para quedársela para sí solo.
El verdadero seductor no hará eso, sino todo lo contrario. Se quitaría del medio para que la aburran y le llenen la cabeza con comentarios superficiales, incluso que intenten ligar con ella de ese modo, en ocasiones pueblerino y de mal gusto.
El efecto contraste está trabajando, y cuando vuelvas a ella (aunque lo más probable es que ella vaya hacia ti), ella te comparará con ellos. Habrás ganado puntos sin necesidad de hacer nada. Si dejas que le hagan la noche insoportable, cuando aparezcas a rescatarla serás como como un príncipe azul. Y ésto es efectivo tanto para hombres como para mujeres.
4. Hay que ser deseable, pero no fácilmente alcanzable.
El secreto de los grandes seductores, como explica Greene en «El Arte de la Seducción«, es que ellos seducen haciéndole creer a la víctima que es ella quien ha seducido al seductor.
En el momento que las intenciones del seductor son demasiado evidentes, la seducción pierde fuelle. En el momento que una persona sabe que te acostarías con la primera persona que te lo ofrezca, eres poco deseable.
Esa es la diferencia entre el donjuán que tiene una gran lista de potenciales candidatas, pero es difícil que alguna lo consiga, a ese otro donjuán atractivo que se acostaría con la primera mujer que apareciera. Y lo mismo para las mujeres.
En la seducción, al igual que en otras áreas, lo raro y escaso cotiza a un precio más alto. De paso, las ganas de conquistar aumentan de forma exponencial cuando se trata de una persona inconquistable.
Esa persona inconquistable nos está haciendo caso, está hablando con nosotros, incluso parece que nos ha enviado alguna señal de insinuación, aunque no lo tenemos claro. «Creo que tengo una posibilidad si no la fastidio demasiado y me esfuerzo lo suficiente». Así se le hace perder la cabeza a un hombre o una mujer.
Valor de mercado en la seducción.
Ahora bien, si cada día o cada fin de semana te dejas conquistar por cualquiera, tanto si eres hombre o mujer, tu precio de mercado es bastante barato. Y ahora no hablamos de moralidad, pues soy partidario de que cualquier persona disfrute de su cuerpo como mejor le parezca.
Eso sí, es probable que después vengan lamentos al considerarte un objeto de usar y tirar o que no te tomen en serio a la hora de una relación.
Recuerda sólo esto. En asuntos de seducción, hay dos tipos de personas: la especial (que suele ser difícil) y la fácil. Los seductores nunca eran atraídos por lo fácil, precisamente porque no tenía mérito ligar con alguien que liga con cualquiera.
Dicho de otra forma, nadie se siente orgullo de subir a un primer piso en ascensor. Ahora bien, subir a la cima del Everest escalando, ya es otra historia digna de recordar.
El secreto de Cleopatra era parecer un sueño hecho realidad, un deseo inalcanzable que por momentos estaba al alcance para su víctima.
5. Y por último, el arte de la seducción es como el arte de las ventas.
El «trabajo» de un seductor es como el de un vendedor. Debe encontrar una necesidad en su víctima y saber cómo cubrirla con su producto. Y si no tiene necesidades, se le crean. Saben que las personas felices son menos propensas a ser seducidas. Pero también saben que el cerebro de una persona feliz, sigue necesitando aventura y sensación de peligro controlado.
Rara vez alguien es tan completamente feliz como para ser inmune a la seducción de un experto seductor. Incluso algunos de los expertos seductores, acabaron dando con «la horma de su zapato», llegando a perder la cabeza por una de sus víctimas, la cual acabó seduciendo al seductor con la idea de destrozarlo por venganza.
Entre lo más visto: 8 errores que cometemos en las relaciones desde el punto de vista de la neurociencia.
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